Los alumnos del Instituto disfrutan de la obra «Bodas de Sangre»
Amor, celos, sombrías pasiones, metales que hieren y un pasado que acecha y engulle a los personajes. Aunque Bodas de sangre se publicó en 1933 y constituye el inicio de una trilogía trágica rural, lo cierto es que las pasiones humanas de las que habla el poeta ya eran historias que los griegos supieron tejer en la Antigüedad. La pasión con la que el maestro granadino envuelve los sentimientos, lo humano es lo que lo dota de vida y le otorga ese valor atemporal que tienen los clásicos. Para Lorca el teatro todavía es una forma de poesía que necesita del llanto y de la risa, pues como en la vida misma, dolor y alegría, vida y literatura son dos caras de una misma verdad sin las que no se entiende el discurrir de la existencia.
El 16 de enero los alumnos del IES Peñalba tuvieron el privilegio de poder asistir en Madrid a la representación teatral que la compañía de teatro Tribueñe monta para adolescentes. Según se hilaban las palabras y los silencios, aparecían al mismo tiempo las luces, las nanas, los objetos, la música y los vestidos cargados de símbolos que evocan otro tiempo y sin los que no se entiende el teatro de Federico García Lorca. Sobrecogidos, estremecidos por la emoción, asistimos a la dualidad de fuerzas enfrentadas a las que nos lleva irremediablemente el texto y expresa por ejemplo el personaje de La novia cuando se lamenta ante su suegra por el destino trágico que marca su vida el mismo día de su boda: “¡Porque yo me fui con el otro, me fui! (Con angustia.) Tú también te hubieras ido. Yo era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera, y tu hijo era un poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes. Y yo corría con tu hijo que era como un niñito de agua, frío, y el otro me mandaba cientos de pájaros que me impedían el andar y que dejaban escarcha sobre mis heridas de pobre mujer marchita, de muchacha acariciada por el fuego. Yo no quería, ¡óyelo bien!, yo no quería. ¡Tu hijo era mi fin y yo no lo he engañado, pero el brazo del otro me arrastró como un golpe de mar, como la cabezada de un mulo, y me hubiera arrastrado siempre, siempre, siempre, aunque hubiera sido vieja y todos los hijos de tu hijo me hubiesen agarrado de los cabellos”.
Las mujeres, imprescindibles en el universo lorquiano, y sobre cuyos hombros se sostiene el peso de la honra y de toda la responsabilidad dramática, son un claro ejemplo de la lectura que el poeta realiza sobre el papel desempeñado por las mujeres de su tiempo.
Con esta experiencia literaria se ha pretendido inculcar entre los alumnos el valor de la cultura, la vigencia de los clásicos literarios que abordan grandes temas universales y especialmente, otorgar un espacio a la literatura como una forma de entender y explicar el mundo.
Gema Mª Parralejo Vera, profesora de lengua y literatura castellana.
