Experimentando con la wifi y los seres vivos en el IES Peñalba
Vivimos rodeados de tecnologías inalámbricas: wifi, 5G, señales de telefonía móvil… ¿Podrían afectar a nuestra salud? Durante el primer trimestre, los alumnos de Investigación y Desarrollo Científico de 2º de bachillerato reflexionaron sobre ello a partir de búsquedas bibliográficas, leyendo resúmenes de artículos de investigación traducidos y diversos textos de divulgación. Hallaron que la Organización Mundial de la Salud tiene clasificadas las radiofrecuencias como posibles carcinógenos del grupo 2B desde 2011. Nuestros alumnos concluyeron que el tema es controvertido, que está plagado de conflictos de interés económicos, y ante las diferencias de opinión entre los propios expertos no supimos qué pensar… Así que decidimos hacer lo que procede en ciencia: un experimento.
Por supuesto, nosotros en un instituto no tenemos ni recursos ni conocimientos para zanjar este asunto, pero sí podemos intentar dar respuesta a una pregunta muy sencilla: ¿las radiofrecuencias que usamos pueden afectar a los seres vivos? Durante unos dos meses estuvimos pensando el diseño del experimento. Decidimos ver si las ondas de la wifi podían causar algún tipo de diferencia en el crecimiento de unas semillas fáciles de conseguir, las de cebolla. Finalmente, en febrero hicimos el primer intento: utilizando dos portátiles viejos, generamos una señal wifi constante del uno al otro mediante unos comandos de Linux y una antena USB, disponiendo a 3 cm bajo la antena horizontal una placa de Petri con algunas decenas de semillas de cebolla, puestas sobre papel de filtro húmedo, con la placa dentro de una caja de cartón para mantener la oscuridad. En otra caja igual y en idénticas condiciones pusimos otra placa con decenas de semillas de cebolla del mismo lote, pero a varios metros de cualquier fuente de wifi; estas eran nuestro control experimental.
El primer intento no tuvo éxito: la temperatura era demasiado baja para que las semillas germinasen… Hubo un segundo intento poco después, pero tampoco conseguimos ver ninguna germinación. Por supuesto, seguimos insistiendo y en mayo, con temperaturas excelentes, hicimos el tercer intento, ¡y por fin funcionó!
A los cuatro días, encontramos que las semillas habían crecido de manera distinta bajo la wifi. No es que crecieran claramente más, ni claramente menos (eso podría deberse a pequeñas diferencias de temperatura). No era nada de eso: crecían de una manera más desigual: las raíces de algunas semillas crecieron muy poco y las de otras mucho. En cambio, lejos de la wifi las semillas crecieron de un modo mucho menos desigual, como se aprecia en el GIF. ¿Qué significa todo esto? Al parecer estas desigualdades en el crecimiento son un signo de estrés en las plantas. Se sabe que los vegetales crecen así cuando algo en su entorno los estresa. Así que, según nos contó este experimento, las radiofrecuencias sí pueden afectar a los seres vivos, al menos en un caso extremo como el que hemos investigado. Es posible que su efecto sea insignificante si nos situamos a cierta distancia de los aparatos y no pasamos mucho tiempo expuestos. ¿Pero y a largo plazo, qué sucederá?
Esta tarea nos hizo pensar en qué uso le damos a la tecnología inalámbrica y en su posible influencia sobre la salud, no solo física sino mental. Y abrió una puerta a posibles experimentos futuros… Porque, que sepamos, una vez más nadie había indagado así en el asunto en un instituto de secundaria. ¿Qué otras cosas insospechadas podremos hacer con los medios de los que disponemos? Lo veremos durante el próximo curso…
Julián Simón López-Villalta



